Tribalismo del siglo XXI: ¿Volens nolens?

El camino interdisciplinario contemporáneo funciona como aquel chef experto capaz de reconocer los aportes que –en sí mismos y sin importar el lugar de origen– contienen, por ejemplo, el aceite de oliva, el ajo, la cebolla, la pimienta y la albahaca, para despertar el petito de cualquier comensal.

De esa misma manera, el apetito epistemológico funciona frente a temas tan densos como al que alude la noción de tribalismo en el amplio espectro de las ciencias sociales, ya que, desde las diferentes perspectivas para su abordaje, se podría dar respuesta a un fenómeno humano que siempre termina –o comienza– en los terrenos de la identidad, junto a todo lo que ello simboliza.

Hablar de tribalismo nada tiene que ver con desarrollo económico, ruralidad o preponderancia política per se. Por el contrario, está presente en todos los rincones del orbe, dando plena vigencia a la conocida idea de “aldea global” pregonada por Marshall McLuhan. Representa un concepto integrativo, tanto del grupo de personas que en la realidad social comparten intereses y hábitos comunes, como del sentimiento identitario arraigado que se deriva del conocimiento humano transmisible y aprehensible (o lo que es lo mismo, que se deriva de la cultura).

En palabras de antropólogos y sociólogos, el tribalismo reproduce la lógica de la identificación, dando vida a una tendencia cooperativa con quienes sean como “nosotros”. La cuestión es que en el siglo XXI asistimos a una pertenencia o adhesión identitaria paralela, dinámica, a veces transitoria y apalancada en el fenómeno tecnológico que, lejos de fragmentarnos ipso facto, reconoce que puede asumirse una noción de representatividad centrada en la gestión de asuntos comunes –tan propia de la Gobernanza Global– y que validan la tesis según la cual ciertos temas no podrían ser analizados bajo los parámetros sólidos de la modernidad.

Es innegable que el Estado-Nación, en su condición de representante centralizador clásico de obediencia legítima, está en una suerte de encrucijada frente a movimientos sociales, fórmulas de diplomacia no tradicional, cooperación directa entre individuos y organizaciones, alianzas políticas del sector privado, gestión descentralizada de la salud, apertura tecnológica pública, entre otros métodos alternos que se ofrecen como oportunidades diferentes de gobernabilidad. La clave es que todos buscan dar respuesta a problemas multifactoriales y transterritorializados de la globalización que, además, hoy por hoy se desarrollan en contextos de extrema polarización política, nacionalismos, nuevos totalitarismos, hipervigilancia y una cada vez más sonada idea de alter-globalización.

Esta polarización antagónica puede: 1) transformar la diferencia democrática en el caldo de cultivo para el odio social bajo concepciones deshumanizadas de amigo-enemigo; 2) persistir en lo inevitable, insuperable y supuestamente determinista de un choque Occidente vs Oriente; 3) manipular la institucionalidad jurídica bajo casuismos acomodaticios y, por si fuera poco, 4) distorsionar la filosófica discusión de buenos y malos.

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Articulo completo en Blog del Espacio Anna Frank, disponible en https://elblogdeespacioannafrank.wordpress.com, publicado el 27 de agosto de 2020.

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