África combate desde las canchas – Parte II
- ¿Cómo comienza esto?
Debemos tener claro que la primera participación africana en una Copa del Mundo fue asumida por Egipto en 1934, siendo un detalle -no menor- que precisamente este camino lo comenzara una nación que, desde la antigüedad, posee un poder político históricamente consolidado. En 1970 y 1974 compiten Marruecos y el Zaire, respectivamente, pero en 1978, Túnez, con su tradición amazigh, se convierte frente a México, en la primera que gana un partido.
En plena Guerra Fría, las campanadas empezarían en 1982 cuando Argelia propinaba sendas derrotas a Chile y Alemania Federal (AF), al tiempo que los leones cameruneses se quedan afuera por diferencia de goles con la “todo poderosa” Italia. De hecho, en tiempos lejanos al actual y novedoso “VAR”, estuvimos frente a penales dudosos no cobrados a Camerún y ante el siempre polémico empate entre alemanes y austriacos, que al mejor estilo de la guerra, parecían acordar lo necesario para dejar fuera al enemigo común argelino.
En el siguiente mundial, Argelia apenas lograría un empate, pero Marruecos dinamita el tablero al superar la primera fase por primera vez para un equipo africano, sufriendo a posteriori una derrota –en extremis- frente a la referida AF.
Llegamos así al recordado mundial de 1990 donde el palimpsesto de la política mundial acaba de generar la ruptura de los ejes de la bipolaridad, dando paso, por esas “coincidencias” más que causales, a la posibilidad de salir de un ostracismo o aislamiento impuesto que, sin embargo, presentaba las victorias de cualquier equipo africano o particularmente de Camerún con su súper ariete Roger Milla (quien perdería en la prórroga de cuartos de final contra Inglaterra) como un evento “jocoso” marcado por “ímpetu” y “físico”.
Ante ello, siempre cabe la pregunta ¿Por qué no aceptar que la vigorosidad de juego africano sencillamente responde a una matriz epistemológica-espiritual diferente, pero tan válida como la consabida rigidez táctica europea?
- ¿Cómo seguía todo en la globalización naciente?
El mundo del fútbol entonces cada vez se interconectaba más al igual que la doctrina especializada de las relaciones internacionales comenzaba a hablar de posiciones epistemológicas-ontológicas alejadas a la centralidad del poder netamente hegemónico. Multipolaridad, en consecuencia, vino combinada con la actuación de Nigeria en 1994 quien consiguió acceder a unos octavos de final con Finidi, Okocha, o Amunike (luego jugaría en el FC Barcelona) y otra vez, en los minutos de una prorroga, Italia resultaba vencedora.
Así en 1995, George Weah, de Liberia, se convierte en el único jugador africano que hasta la fecha ha conseguido ganar la distinción individual conocida como Balón de Oro, quizás como una forma de reconocer desde el poder central que no solo hablábamos de genocidio o de guerra, y es en ese contexto que observamos un mundo en movimiento que ya no podía seguir pensando todo de un solo lado de la historia. Por ello, entre otras cosas, en Francia 98’ se sube la cuota de participantes a 32 países, equilibrando una representatividad donde compitió Suráfrica (por primera vez desde el apartheid)
Ahora bien, no es mera coincidencia que aquel equipo francés campeón del mundo, denominado “black-blanc-beur” (negro-blanco-árabe), tuvo entre sus principales exponentes (para la angustia de muchos tradicionalistas) figuras de origen o ascendencia africana: Zidane, Viera, Thuram, entre otros tantos, y que esto se repitiera, por cierto, con mayor cantidad en su segundo campeonato del 2018.
¿Sin los procesos colonizadores estos países tendrían los resultados deportivos que hoy los enorgullecen? ¿Reconocen tales raíces?. No en vano, vuelve a parecer una “coincidencia” histórica que, en el año 2002, Senegal (antigua colonia francesa) derrote a la campeona, transitando positivamente hasta unos cuartos de final donde pierde con Turquía, quien de la mano de la nación sede, Corea del Sur, vendría a representar la primera vez que naciones no-occidentales alcanzaban la fase final de un torneo de estas características (3º y 4º lugar respectivamente).
Llega el 2006 y Ghana es el único equipo africano que supera la primera fase. Posteriormente, la cita del 2010 en la tierra de Madiba, demostraría la falacia de continuos mitos, a la par que significó el reconocimiento de esta zona geoestratégica, con voz, voto e influencia en mecanismos regionales y globales tales como Unión Africana, BRICS, ONU, donde cada vez más es indubitable que la toma de decisiones se ve inmersa en el paradigma de la complejidad propio del siglo XXI.
En dicha ocasión, sería Ghana quien estuvo a un penal de pasar por primera vez a la semi-final de este torneo. Era el mundial de las primeras veces, pero ¿Por qué eran tan molestas las vuvuzelas? ¿Qué las hace diferentes del sonido “cariñoso” de los cantos suramericanos, ingleses o españoles? Para el mundial del 2014, jugadores como Drogba, Toure, Eto’o, Boateng, Mikel, Song y Feghouli ya eran reconocidos en los cinco continentes, y para el 2018 la polémica en Rusia en medio del poder global, parece haber contagiado a las selecciones del continente que no lograron pasar de primera ronda después de décadas.
- ¿Existe una hoja de ruta contemporánea?
Aceptamos pues, que el fútbol ha permitido acercarnos pero la transdiciplinariedad, entendida en su sentido más lato, nos conduce a algo más profundo. En Qatar 2022 es momento de abandonar la hipocresía fantasiosa reinante y vernos todos en el espejo de lo deportivo como una cara adicional de lo político, pues ni todo comienza con Qatar ni todo termina allí.
¡Africanistas del mundo, la aparente práctica neutra del deporte ¿rey? y el giro contemporáneo de las relaciones internacionales nos reafirman que, con el componente ético-moral también se combate desde las canchas contra el poder político interno o externo¡