
¿África combate desde las canchas? – Parte I
La idea de la sociedad internacional sin duda alguna ha experimentado diferentes vaivenes según la óptica o perspectiva desde la cual se mire, sin embargo, bien es sabido que todos los seres humanos debemos estar conscientes que vivimos en continuas relaciones cuyos contenidos deben ser precisados para la construcción del mundo social y personal.
Así pues, el deporte se presenta en el mundo globalizado del siglo XXI como un espacio preponderante donde las relaciones de poder-saber se manifiestan en su más variada naturaleza de la mano de los diferentes procesos socio-políticos que nos llevan a las dinámicas actuales.
Un sinnúmero de ciudadanos del mundo conoce los colores, tradiciones, historias y nombres de muchos Estados-Nación, precisamente por la práctica deportiva a la que hoy se tiene acceso por todos los instrumentos de social media (T.V., internet, redes sociales, entre otros). En tal sentido, no es un secreto que el fútbol “creado” en 1863 (20 años antes de la nefasta “Conferencia de Berlín” que repartió el territorio africano entre las aves de rapiña coloniales), se ha erigido como una práctica hegemónica con presencia en aproximadamente todos los países del orbe, incluidas las naciones africanas.
La “fiesta” del mundial que se realiza cada cuatro (4) años desde 1930 (precisamente en pleno proceso de consolidación contemporánea del poder etnocéntrico occidental) sin duda alguna agrupa alianzas, intereses, y características desde su génesis cuyo diagnóstico nos puede permitir entender el “dominio deportivo” de ciertos países sobre otros. En otras palabras, para entender la participación africana en los mundiales no podemos cometer la ingenuidad de olvidar los procesos sociopolíticos que, bajo la perspectiva de la propia historiografía dominante en las relaciones internacionales, toman formas que, según el caso, podrían vincularse con el hard power, soft power y smart power, vale decir, se colocan los ropajes de preponderancia tecnológica, luchas intestinas, colonialismo, neocolonialismo, imposición económica, poder político fáctico, memoricidio histórico, implosión territorial, injerencismo, defenestración espiritual, discriminación, intolerancia cultural, entre otras tantas.
No se trata de excusar el éxito deportivo de los 55 países que hoy por hoy conforman el continente madre, sino entender las fuerzas profundas que subyacen a procesos que, aun tratándose del deporte, no son políticamente neutros.